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Actualizado: 29 abr 2023

La pandemia del coronavirus COVID-19 ha puesto a toda la sociedad a prueba. Es un error pensar que una situación de este tipo es un problema exclusivo de científicos, autoridades de salud o de la ciudadanía por separado. El desafío que afronta la humanidad está en concertar acciones eficaces para abordar el problema, donde hay muchos actores involucrados y existe mucha incertidumbre pero capacidades limitadas.


La comunidad científica tiene un rol fundamental: identificar la causa de la enfermedad, describir su funcionamiento, formular recomendaciones y medicamentos. La cooperación internacional e interinstitucional es clave para lograrlo en el menor tiempo posible. Sin embargo, es apenas una parte de la solución. Controlar la enfermedad implica, no solamente encontrar su cura, sino evitar su propagación.


La ciudadanía tiene una tarea urgente: modificar sus comportamientos para disminuir contactos y contagios. Sin embargo, la desinformación y las desigualdades hacen que esto sea complicado. Sería un despropósito que la culpa de esta situación recaiga sobre algún segmento poblacional sin considerar aquello. Urgen adoptarse medidas para apoyar y atender a los más vulnerables.


Por su parte, las autoridades de gobierno tienen el reto coordinar las acciones y movilizar los recursos necesarios para que científicos y ciudadanía puedan cumplir sus roles. En ello, la comunicación juega un rol clave: se deben enviar mensajes claros, oportunos y transparentes que permitan a cada uno cumplir su rol.


En Ecuador y otros países de América Latina esto parece particularmente complicado dada la desconfianza de la sociedad con sus gobiernos que no procesan adecuadamente sus demandas y científicos siempre carentes de suficiente apoyo estatal.



Sin saber poder anticipar el desenlace de esta experiencia, una cosa es clara: ha quedado al desnudo la ausencia de un puente institucionalizado entre científicos, autoridades y forjadores de opinión, cuya ausencia hoy nos ha costado tiempo y precisión para reaccionar. Sería un error aún más grave, pensar que es un problema que se arregla con protocolos de comunicación, cuando lo realmente necesario son capacidades comunicacionales, técnicas y científicas que permitan tomar decisiones basadas en evidencia y comunicarlas efectivamente.


Es hora de tomar en serio la comunicación científica. Cabe decirlo, el periodismo científico es indispensable e insustituible en las sociedades contemporáneas, hoy expuestas a sobrecargas de información y amenazas de escala global. En tiempos de redes sociales, cambio climático y pandemias, es fundamental entender a los sistemas científicos como reservorio de capacidades que la sociedad dispone para afrontar sus desafíos. Sin cercanía a la ciudadanía y apoyo real de los gobiernos, no habrá hoja de vida o prestigio que alcance para afrontar retos como el actual.

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