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Actualizado: 30 abr 2023

Escrito por Emilia Ayala


¿Por qué se celebra el Día Mundial de la Educación Ambiental (EA) el 26 de enero?


Las primeras acciones internacionales sobre importancia del cuidado del ambiente surgen en 1972, con la Declaración de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente, celebrada en Estocolmo, Suecia. Científicos y científicas, junto con algunos activistas expresaron su interés en dilucidar los problemas ambientales y la implementación de medidas para la preservación y mejora del ambiente. A partir de aquí, se estableció el Día Mundial del Medio Ambiente el 5 de junio, fecha en la que se llevó a cabo esta declaración (Gobierno de México, 2022).


Años más tarde, en 1975, se efectuó el Seminario Internacional de Educación Ambiental de Belgrado en Serbia. En este evento, se otorgó mayor importancia a la educación en la sociedad para la protección del ambiente. Se establecieron ideas y conceptos ligados a procesos como la contaminación ambiental, la pérdida de biodiversidad, la erosión del suelo y otros, como consecuencia de factores humanos debido a una inadecuada -o incluso inexistente- educación ambiental. Este es el antecedente más importante sobre la trascendencia de la Educación Ambiental, que no es nada más que involucrar a los agentes sociales mediante la pedagogía y la concientización de que cada una de sus acciones generan un impacto en el ambiente (Gobierno de México, 2022).


Así, en conmemoración al Seminario de Belgrado de 1975 , se decretó el 26 de Enero como el Día Mundial de la Educación Ambiental. Cuyo objetivo principal no es el cuidado del ambiente, sino educar a ciudadanos e instituciones para generar conciencia colectiva y responsabilidad con el ambiente, entendiendo que la suma de diversas acciones antropogénicas, pueden repercutir de manera negativa o positiva en el planeta (Marcinkowski & Reid, 2019).


La Educación Ambiental es una estrategia de conservación que busca relacionar científicos y científicas con miembros de la comunidad, personas responsables de la toma de decisiones y otras partes interesadas (Ardoin et al., 2020). Actualmente, existen dos visiones principales: i) la visión de democratización, que permite disminuir la brecha entre ciencia y la sociedad en general; y ii) la visión de productividad, que permite generar conocimiento científico de manera colectiva y a partir de experiencias o prácticas locales (Sauermann et al., 2020).


En general, la EA busca los siguientes objetivos:


  • Concienciar y conocer: donde se plantea una serie de soluciones eficientes a partir de dejar de lado la desinformación ambiental y lograr una mayor concienciación, haciendo entender a las personas que somos parte de la biósfera y no dueños de ella.

  • Mayor participación: donde se invita al público en general a intervenir en actividades recreativas relacionadas con el cuidado de la naturaleza, sobre todo, se busca la inclusión de niños, niñas y adolescentes, para crear futuras generaciones con mayor compromiso ambiental.

  • Desarrollo de actitudes y valores: donde se establecen vínculos entre las personas con la naturaleza para desarrollar responsabilidad social-ambiental y asimismo un sentido de pertenencia con el planeta (Monroe et al., 2019).


La EA abarca enfoques, herramientas y programas que desarrollan y apoyan actitudes, valores, conocimientos y habilidades relacionados con el ambiente, con los que preparan a las personas para tomar medidas informadas y conscientes con la naturaleza (Monroe et al., 2019). Tiene un importante contenido multi escala. ya que los resultados se pueden presentar a nivel individual (por ejemplo, los comportamientos ambientales de un individuo), a nivel social (por ejemplo, la creación de comunidad), y a nivel ecosistémico (por ejemplo, el número de una especie en peligro de extinción) (Marcinkowski & Reid, 2019).


Mucho les debemos a los y las educadores ambientales, que tratan de incorporar principios de varias disciplinas para una mejor comprensión de la naturaleza y la sociedad. Se aplican fundamentos de psicología conductual, marketing, sociología, pedagogía, biología, entre otros, pero siempre con una orientación práctica, para generar experiencias personales y colectivas en contacto con el medio que rodea a la sociedad, para formar comunidades responsablemente sostenibles, aprender y desarrollar una conexión con el entorno y para crear cuestionamientos en las personas que les impulse a generar un cambio (Ardoin et al., 2020).


En conclusión, la EA fomenta la curiosidad sobre el entorno en el que nos encontramos, la conexión con la naturaleza y la sensibilización con cada factor biótico[i] y abiótico que nos rodea. Una estrategia o iniciativa de EA eficaz, conlleva una transferencia conjunta de conocimiento entre lo teórico y lo empírico (Monroe et al., 2019). Además, la EA facilita las conexiones con la investigación práctica ya que reúne a distintas personas relacionadas o no con las ciencias de la vida a colaborar y a abordar problemas ambientales a mediano y largo plazo (Ardoin et al., 2020). Gracias al compromiso de varios educadores ambientales, en la actualidad, se han reportado beneficios directos al ambiente alrededor del mundo. Sin embargo, faltan aún esfuerzos por mejorar e incentivar a más gente a ser partícipes del cambio (Marcinkowski & Reid, 2019).


Y tú ¿qué acciones realizas para generar el menor impacto posible en el planeta?


“Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol” - Martin Luther King


Fuentes consultadas:

Ardoin, N. M., Bowers, A. W., & Gaillard, E. (2020). Environmental education outcomes for conservation: A systematic review. Biological Conservation, 241. https://doi.org/10.1016/j.biocon.2019.108224

Gobierno de México. (2022, March 29). 26 de enero: Día Mundial de la Educación Ambiental.

Marcinkowski, T., & Reid, A. (2019). Reviews of research on the attitude–behavior relationship and their implications for future environmental education research. In Environmental Education Research (Vol. 25, Issue 4). https://doi.org/10.1080/13504622.2019.1634237

Monroe, M. C., Plate, R. R., Oxarart, A., Bowers, A., & Chaves, W. A. (2019). Identifying effective climate change education strategies: a systematic review of the research. Environmental Education Research, 25(6). https://doi.org/10.1080/13504622.2017.1360842

Sauermann, H., Vohland, K., Antoniou, V., Balázs, B., Göbel, C., Karatzas, K., Mooney, P., Perelló, J., Ponti, M., Samson, R., & Winter, S. (2020). Citizen science and sustainability transitions. Research Policy, 49(5). https://doi.org/10.1016/j.respol.2020.103978

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Actualizado: 30 abr 2023

Escrito por Doménica López


La malnutrición es uno de los problemas de salud que se ha expandido con mayor velocidad en el mundo a lo largo de las últimas décadas. Esta condición abarca un diverso número de trastornos alimenticios dependiendo del tipo de desequilibrio dietario. Este padecimiento se divide en tres categorías (OMS, 2021):


  • Malnutrición vinculada al exceso o falta de micronutrientes.

  • Desnutrición, que puede implicar la carencia de un peso adecuado con respecto a la talla, carencia del peso adecuado con respecto a la edad o la falta de una talla apropiada de acuerdo a la edad.

  • Obesidad, sobrepeso y enfermedades relacionadas con la dieta como la diabetes.


La malnutrición es uno de los enemigos más difíciles de combatir por la influencia que los factores políticos, sociales y económicos tienen sobre la expansión y arraigamiento de este problema. En América Latina y el Caribe se ha establecido un aumento del 70% en la prevalencia del hambre entre 2014 y 2020. Esto indica, que alrededor de 19 millones de personas están luchando con esta afección. La pobreza y la pandemia han hecho resonar aún más la malnutrición en los países en vías de desarrollo de la región, donde la seguridad alimentaria se ha visto especialmente vulnerada. En 2020 se evidenció que 92,8 millones de personas experimentaron inseguridad alimentaria, es decir, no comieron un día o más, o se habían quedado sin comida (UNICEF, 2021).


Por otro lado, la obesidad y el sobrepeso han alcanzado la prevalencia más elevada de todas en la región de las Américas. Según estima la OMS, el 62,5% de los adultos y el 33,6% de los niños de 5 a 19 años es afectado por alguno de estas dos condiciones. A pesar de que se realizan esfuerzos para impedir el avance de la malnutrición, una nueva variable podría empeorar aún más la realidad de esta emergencia de salud: el cambio climático (OPS/OMS, 2021).


El cambio climático es una de las grandes problemáticas que enfrenta el planeta ahora. Entre los efectos del cambio climático, se esperan los incrementos en temperaturas, inundaciones, erosión del suelo, aumento en los niveles del mar y la pérdida de biodiversidad. Todas estas consecuencias van a tener una influencia directa en la seguridad alimentaria. La agricultura será afectada por las alteraciones climáticas, comprometiendo la oferta de alimentos a través de la disminución de la producción de cultivos, brotes de plagas y, la inaccesibilidad a recursos hídricos. Esta cadena de eventos se liga a su vez con la pérdida económica total de los cultivos y el alza de precios, circunstancias que harían aún más difícil para las personas cuyo ingreso depende únicamente en la agricultura en sostenerse, y a su vez, dificultaría garantizar la disponibilidad de alimentos (FAO, 2017).


La malnutrición ya empieza a mostrar las primeras señales de vinculación al cambio climático. En India se registró que los niños que viven en lugares afectados por inundaciones tienen el doble de probabilidad de presentar retraso en crecimiento y peso más bajo en comparación a sus contrapartes (Mahapatra et al., 2021). En lugares como Etiopía y Kenia se comprobó que los niños menores de 5 años que nacieron durante épocas de sequía tenían una probabilidad del 36% y 50% respectivamente, de presentar desnutrición. Por otro lado, en Níger se observó que los niños menores de 2 años nacidos durante una sequía tienen una probabilidad del 72% de retraso en su crecimiento por malnutrición. En contraste, las temperaturas elevadas han probado estar asociadas con la disminución en la actividad física en áreas urbanas, y al mismo tiempo, la fluctuación y alza de precios en alimentos frescos (vegetales y frutas) aumenta la dependencia de alimentos procesados más baratos; por lo que la obesidad y el sobrepeso también elevan su incidencia (ENN, 2021).


Si bien la malnutrición y el cambio climático parecen ser imbatibles, existen opciones que podrían contrarrestar los efectos negativos que estos eventos mundiales tienen. Algunas de las soluciones incluyen la instauración de políticas que promuevan la producción sostenible y sustentable de alimentos, además de planes que comprometan a los estados a promover e implementar dietas más saludables que produzcan una huella de carbono menor (FAO, 2017). Al mismo tiempo, herramientas biotecnológicas como la producción de alimentos biofortificados (enriquecidos) podrían mitigar la malnutrición aportando de manera selectiva y dirigida los nutrientes específicos que una población determinada requiere. A su vez, la promoción de programas escolares y educativos sobre el impacto del cambio climático y la planificación de dietas balanceadas podría ayudar a la concientización del problema.


La malnutrición y el cambio climático se encuentran estrechamente ligados, por lo que los esfuerzos que se realicen a favor de aplacar estos sucesos también tienen un potencial sinérgico de vital trascendencia para el futuro del ambiente y la seguridad alimentaria.



Fuentes consultadas:

ENN. (2021). Nutrition and Climate Change Current State of Play Scoping Review. https://www.ennonline.net/attachments/4215/Nutrition-and-Climate-Change-Current-State-of-Play-Scoping-Review.pdf

FAO. (2017). Panorama of food and Nutrition Security in Latin America And The Caribbean. https://iris.paho.org/handle/10665.2/34500

Mahapatra, B., Walia, M., Rao, C. A. R., Raju, B. M. K., & Saggurti, N. (2021). Vulnerability of agriculture to climate change increases the risk of child malnutrition: Evidence from a large-scale observational study in India. PLOS ONE, 16(6), e0253637. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0253637

OMS. (2021). Malnutrición [Organización Mundial de la Salud]. https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/malnutrition

OPS/OMS. (2021). Prevención de la Obesidad. Organización Panamericana de la Salud. https://www.paho.org/es/temas/prevencion-obesidad

UNICEF. (2021). Nuevo informe de la ONU: el hambre en América Latina y el Caribe aumentó en 13,8 millones de personas en solo un año. https://www.unicef.org/lac/en/press-releases/1-in-5-children-under-five-are-not-growing-well-due-to-malnutrition-in-LAC

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Escrito por Nicolás Malo


El análisis de los avances, realidad y futuro de la nutrición y alimentación en el mundo puede apuntar a numerosas problemáticas, todas ellas de gran importancia para el desarrollo social y la garantía de derechos de todos los ciudadanos: desde las consecuencias del cambio climático para la provisión de alimentos hasta los comportamientos no saludables que provocan la obesidad. Este breve texto se enfoca en la desnutrición crónica infantil, un enemigo invisible que compromete la superación de las desigualdades y la inequidad.


Se trata de la carencia de nutrientes necesarios por un período prolongado, que afecta el crecimiento y desarrollo de una persona en sus primeros años de vida. En términos políticos, se trata de una vulneración de derechos de la primera infancia. El indicador utilizado para medir la incidencia de esta problemática en una población es el retraso del crecimiento de un niño o niña para según el promedio de su edad. Sus causas son múltiples no se explica únicamente por la falta de alimentos (ver la figura 1). Las alertas se encienden cuando no tienen acceso a agua segura, no reciben lactancia materna, no asisten a los controles preventivos de salud, no acceden a vacunación oportuna y cuando crecen en ambientes insalubres y sin los debidos cuidados, afectos y atención.


Figura 1. Marco conceptual de los determinantes de la nutrición materna e infantil. Fuente: basada en información de UNICEF (2020, 2013 y 1990). Elaboración: Fundación REDNI.

Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, en Ecuador, casi 3 de cada 10 niños y niñas menores de 2 años padecen de desnutrición crónica infantil para 2018. El país no ha podido reducirla durante los últimos 20 años, a pesar de haber llevado adelante alrededor de 12 programas relacionados con salud y nutrición desde 1993. Considerando la crisis provocada por la pandemia, se teme que al 2022 la cifra sea más alta. A pesar de que afecta más a población indígena, población en situación de pobreza y ciertas provincias del país, debe ser considerada como un problema de la sociedad ecuatoriana. Está presente en el área urbana y rural, en todas las etnias y en todos los niveles socioeconómicos. Si bien sus causas dependen de contextos específicos, se destaca el escaso acceso a servicios de salud de calidad y comportamientos sociales inadecuados (Fundación REDNI, 2022b).


A pesar de su gravedad, 4 de cada 10 ecuatorianos no saben si existe o creen que no existe desnutrición crónica infantil en el país (Fundación REDNI, 2022a). Además, quienes conocen al respecto, tienen información muy superficial. En cuanto a los servicios, los gobiernos locales tienen responsabilidades clave, ya que les compete la garantía de servicios básicos. Pero también es responsabilidad de todos los ciudadanos informarnos y contribuir desde nuestros espacios a erradicar la desnutrición crónica infantil.


Algunos países han sido exitosos en luchar contra este mal, como Senegal, Perú, Vietnam, Brasil, Mauritania y la India (Villis et al., 2015). Pero, se requiere una fuerte gobernanza nutricional para este fin (Mejía & Fanzo, 2012), es decir:


  1. Capacidad de las instituciones públicas para entregar los bienes y servicios que demanda la ciudadanía de una manera efectiva, transparente e imparcial;

  2. Fuerte relacionamiento entre el gobierno y los actores no gubernamentales para facilitar la cooperación a nivel nacional, evitar duplicidad de esfuerzos y garantizar soporte técnico a los gobiernos;

  3. Coherencia y consistencia la implementación de la política pública entre los distintos niveles de gobierno, nacional, regionales y locales, e inclusive los proyectos de las organizaciones no gubernamentales;

  4. Financiamiento focalizado, apropiado y bien utilizado, con un único mecanismo de control;

  5. Sistemas de monitoreo estables con datos fiables y oportunos para conocer el impacto de las acciones públicas y privadas en la lucha contra la malnutrición y plantear ajustes de ser necesario; y,

  6. Una sociedad civil organizada en la incidencia política, seguimiento y exigibilidad al cumplimiento de la política pública.


No es tarea fácil, pero tampoco imposible, vencer al enemigo invisible de Ecuador: la desnutrición crónica infantil.


Fuentes consultadas:

Fundación REDNI. (2022a). Comprensión de la problemática de Desnutrición Crónica Infantil (DCI) desde la mirada de la ciudadanía ecuatoriana. Evidencia Para La Acción: Resumen de Investigaciones, RI-01/2022, 1–5. https://redni.org/biblioteca/

Fundación REDNI. (2022b). Estudios formativos sobre las barreras y facilitadores de comportamientos para la prevención de la desnutrición crónica infantil (DCI) en contextos específicos de Ecuador. Evidencia Para La Acción: Resumen de Investigaciones, RI-02/2022, 1–12. https://redni.org/biblioteca/

Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). (2018). Salud de la niñez. Reportes de La ENSANUT 2018, 1, 1–49.

Mejía, A., & Fanzo, J. (2012). Fighting maternal and child malnutrition: analysing the political and institutional determinants of delivering a national multisectoral response in six countries. A synthesis paper (Issue April).

UNICEF. (2020). Para cada infancia, nutrición: Estrategia de nutrición de UNICEF para 2020-2030. UNICEF. https://www.unicef.org/media/111496/file/ Nutrition Strategy 2020-2030 .pdf

Villis, U., SaCouto, R., Meerkatt, H., Morieux, Y., & Seara, J. (2015). Ending Child Hunger with Smart Simplicity. Boston Consulting Group. https://www.bcg.com/publications/2015/development-public-sector-ending-child-hunger-smart-simplicity


Sobre el autor:

Coordinador de Monitoreo y Evaluación de Fundación REDNI (red para la nutrición infantil), una organización de la sociedad civil sin fines de lucro ecuatoriana cuyo objetivo es contribuir a la prevención y erradicación de la desnutrición crónica infantil en el país. Nicolás es Máster en Investigación Social por la Universidad de Edimburgo, Escocia, Reino Unido. Además, es egresado de la especialización de Estudios de Ciencia, Tecnología y Sociedad por FLACSO Ecuador y sociólogo con mención en desarrollo por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Especializado en métodos cuantitativos y cualitativos de investigación, gestión de información, diseño, monitoreo y evaluación de programas y políticas.

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