Escrito por Michelle Flores Romero
Cuando indagamos en la búsqueda de nuestra vocación, de esa llamada interna que se siente para dedicarse a una determinada actividad o profesión, se habla mucho de la noble labor que hace una maestra de educación inicial.
Sin embargo, se ha desvalorizado a la profesión, puesto que se la ve como una carrera simple, que no necesita de mucha ciencia, casi irrelevante, y para colmo, muy mal pagada.
En contraste, los y las docentes mantenemos un compromiso eterno con la sociedad, aún más con los niños y niñas, donde nos vemos inmersos en la búsqueda constante de respuestas educativas novedosas, estrategias o recursos que aporten de forma significativa a una educación de calidad y que luchen en contra de las adversidades que pueden generarse en el proceso, como el hecho de estar en un mundo donde la tecnología avanza a pasos agigantados y en familias que se interesan menos en la educación de sus hijos.
En este sentido, la educación no tiene por qué ser estática, ni mucho menos rígida, por lo que es necesario contar con nuevas fórmulas de apoyo, propuestas que faciliten la adaptación y el desarrollo integral del niño, que tengan siempre en cuenta características como la cultura, género, clase social, ritmos de aprendizaje y/o necesidades educativas especiales. Esto último, nos permite pensar en una educación mucho más humanizada y respetuosa, donde se valoren siempre sus respuestas, y donde se incentive a que los niños y niñas se cuestionen cada vez más.
En la historia, se ha vivido a la sombra de varios autores que toman diferentes posturas frente a la educación. Muchos quienes han estado en contra de una educación monótona, esclavizante, que los subestimaba, encasillaba, y no los dejaba expresarse, ni experimentar, ni aprender por sí mismos. Fueron ellos los que comenzaron a transformar la educación inicial, y a quienes les debemos el continuar con su legado y seguir luchando por el bienestar de las primeras edades.
De esta forma, se toma en cuenta lo imprescindible que es que el niño sea respetado en su autonomía y en su capacidad para explorar el mundo que lo rodea. Así se reconoce la diversidad de formas de interpretar el mundo y representar sus ideas y teorías acerca del mismo. Por lo tanto, los maestros debemos actuar como facilitadores, y dejar que sea el niño el protagonista de su aprendizaje, fomentando que los niños hagan preguntas y persigan sus intereses, para que esto detone en la profundización de su vocación.
En conclusión, es indispensable tomar en cuenta algunos de los aportes de las tendencias educativas, pero no tenemos que olvidar que son estudios de varios años atrás, por lo que necesitamos seguir transformando a la educación bajo las condiciones de hoy y las del futuro. Con la educación como la base de la sociedad, se trabaja para que el mundo se convierta en un lugar más seguro, donde el infante obtenga esa libertad, ese respeto y esa escucha en ambientes cálidos y positivos. La infancia está en nuestras manos, y es el momento para que se valorice la importancia y el trabajo de las maestras de educación inicial, todo desde una nueva mirada para la infancia.